viernes, octubre 26, 2007

RUIDO BLANCO


El gran problema es de identidad. Infunde temor. No hay nada más crítico, no hay problema íntimo, ontológico, más profundo y grave que el de la identidad. Adopta formas (manifestaciones) casi impredecibles y, por tanto, poderosas. Nuestra propia crisis nos ciega. La muerte es detonante de nuestra crisis de identidad. Es un punto débil tan autodestructivo como enriquecedor. Preguntarnos quiénes somos sólo es una forma entre millares de buscarnos a nosotros mismos. Quién es el otro es preguntarse lo mismo. La adversidad consiste en no dar cuenta de que nosotros somos todo lo que nos rodea. Nos mordemos la cola. Quién sabe, tal vez seamos nuestra propia causa y efecto.

La imagen es de mi amiga, la bella artista, Carolina Miguelez. (http://www.carolinamiguelez.com.ar/)

jueves, octubre 25, 2007

Como todos saben, o nadie sabe, murió papá. Sí. Papá dejó de ser. Y ahora le idea "papá", la esencia de "papá", la "papidad" se va desmoronando en mi vida; se va confesando, destapando. Es el tiempo de muchas muertes, o de varias. Héctor Francisco Mera murió. No hay más hombre Héctor Francisco Mera. Pero quedan héctores traumáticos. Modelos, conductas, síntomas. Todo es muy doloroso. Es muy difícil saber qué hacer. Tengo ganas de muy pocas cosas. No hay mucha fuerza de voluntad que digamos. Es mi primera gran muerte. Ya en nuestra última época estábamos como muertos el uno para el otro. Estar muerto el uno para el otro no quiere decir que haya enconos, simplemente es no estar... no sé, no querese tanto, porque es eso finalmente. Es menos amor. Pero no está mal, uno no puede estar amando o queriendo (si se trata de padres-hijos y parientes varios, para no generar confusión) con toda la intensidad constantemente. No es sano ni posible. Además, claro, de que uno ama más a unos que a otros. Pero, en los últimos años, con papá, la cosa se hacía difícil. Y, sin embargo, su muerte es lo que me está está matando a mí, bueno, a una parte de mí. Cada uno es todos los demás. La familia nos constituye. A medida que se muere cada miembro, el resto se desmorona un poquito. La palabra desmoronar ayuda mucho para metaforizar acerca de la decadencia de la humanidad.
Me acuerdo cuando se murió mi abuela paterna, primero, y mi tía abuela (hermana de aquella), después. Con respecto a la abuela, me dijeron que había bajado la escalera interna de casa (era una casa grande con una escalera interna en el medio y un ascensor, ¡sí, tremendo!) a oscuras, se había resbalado y se había destrozado la cabeza. Yo pregunté, entusiasmado, si el cerebro había salido para afuera. No solía ser un chico violento a esa edad pero se me ocurrió esa pregunta. Mi papá, calculo que para no desilusionar mi curiosidad anatómica, mintiendo, me confirmó que sí, que la cabeza se le había partido en dos. Qué bárbaro. Yo con frialdad. En fin. Me hacía sentir maduro el hecho de que esa carnicería no me impresionara tanto.
Con respecto a mi tía abuela, había comido algo que le cayó mal y, encerrada en el tercer piso de casa, donde vivía, (me acabo de dar cuenta que vivieron y murieron juntas; y yo, al menos en los últimos años, había presenciado todo eso) se había descompuesto. Creo que vomitó como loca y tuvo una "descompensación" -eso encierra un montón de cosas feas que mejor que no te pasen-. La internaron. Yo la escuchaba jadear en el ascensor de casa. No daba más, respiraba como si se hubiera tragado una pelota de tenis. La ambulancia en la calle y todo. Estuvo internada varios días. Mi mamá la cuidaba todos los días y creo que con mi abuelo paterno, hasta que la señora murió. No me acuerdo cuál fue mi reacción. Creo que nada. Yo había compartido alguna que otra cosa linda con las viejas esas. Bah, con mi tía abuela más que con mi abuela que, hay que decirlo, era bastante conchuda. Pero, la verdad, creo que sus muertes no me traumatizaron mucho. Salvo que, a partir de eso, a esa casa siempre le tuve un poco de temor; era bastante lúgubre la verdad, y me olía un poco a muerte. Eso sí. Qué raro, nunca supe de qué murió mi tía abuela. ¿Me habrán dicho? Bueno, está muerta.
Y lo de papá es bastante decadente. Tuvo una muerte digna hasta ahí. No lo noté muy digno que digamos al final. Me empalaga un poco la frase pero es acertada: no decidió ni sobre su propia muerte. Estoy de acuerdo pero no puedo no sentir nada. O no sentir nada bueno por él. Algunos parecen decir: está bien, era tu papá pero fue un ser insignificante, no tenés tanto derecho a estar mal, ya te tomaste 8 días de duelo, ahora olvidalo y seguí adelante en busca del éxito. La verdad que no puedo. Pido disculpas ante este Tribunal pero me es imposible. Lo del éxito, menos. Estoy triste, decaído, deprimido. Es así. Y no sé hasta cuándo. Sé que era un tipo bastante mediocre, mal padre, mal marido y todo eso, pero estoy triste igual. Me sale así. Me hubiera gustado tener otro padre, ahora que lo pienso, pero tenía uno y lamentablemente se murió. Sí, terrible, un cáncer espantoso. Para qué te voy a contar. Mucho sufrimiento. Bueno, va por ahí. Hablé un poco de las primeras muertes de mi vida. Hubo otras que vienen al caso pero no ahora. Y, sobre papá, vamos a hablar largo y tendido. Como los muertos.